02/11/2013 |
Columna: La Crónica
por NYLIAM VÁSQUEZ GARCÍA
“Un susurro para Carmen”
Han pasado cuatro años desde aquel día. Él no la pudo abrazar, no se pudo
despedir. Ella partió sin verlo, sin poderlo tocar por última vez, sin la paz
de saberlo en casa. Fueron dias difíciles para Gerardo Hernández Nordelo. De
Cuba le llevaban las malas noticias del deterioro constante de su “viejuca
linda” y él, trás las rejas, tan lejos de su lecho, sin poder hacer nada, sin
poderla besar.
El 2 de noviembre de 2009 a Carmen Nordelo, la mujer de la que Gerardo
asegura heredó la nobleza, se le apagaron los últimos destellos de vida. No
pudo más. A cientos de kilometros de distancia, su hijo no se derrumbó. Su niño
se mantuvo firme, como ella quería, y vivio otro día más de encierro como si su
mundo no se hubiera estremecido. Muchos hubieran disfrutado el más mínimo
atisbo de flaqueza, pero él no les dió el gusto. Parte de la mística que
acompaña a los cinco antiterroristas cubanos encarcelados en EE.UU. en
septiembre de 1998 incluye, sin que se hubieran puesto de acuerdo para ello, un
pacto: ante el enemigo no se llora.
En quinze años de injusto encierro quizá han sobrado los momentos en que
los Cinco han necesitado estallar, pero no. Gerardo no lo hizo ese día. Pidio
expresamente que tan mala noticia no le llegara por las vias oficiales y que
solo la voz de su esposa lo pusiera sobre aviso. Carmen habia vivido dedicada a
la familia, desde el inicio encabezó, como cada una de las madres, la lucha por
el fin de la injusticia, por el regreso de los muchachos a casa. En los últimos
años, aunque habia perdido sus recuerdos, Gerardo era su asidero sempiterno,
quizá el único hijo que la conectaba con la realidad. Solo su voz desde la
prisión de máxima seguridad, donde está condenado a morir, la hacía reaccionar;
tan solo escuchar su nombre le apretaba el pecho y, sin ningúna otra señal, ni
una palabra siquiera, dejaba escapar esas lágrimas, muestra inequívoca del
dolor con el que la obligaron a partir, un dolor que solo las madres conocen.
A Carmen no le dió tiempo a esperar, para Gerardo estuvo multiplicado en la
familia, en los amigos, en todos aquellos que mostraron su solidaridad, en la
valentía y dignidad demostrada por los cinco cada segúndo de estos quinze años
de injusto encierro.
Carmen Nordelo le dió a Cuba un hijo, Cuba le abrió los brazos, él se
entregó sin reservas por el bien de todos.
Las cintas que hace cuatro años acompañaban las flores que Gerardo quiso
para su mamá llevaban una inscripción: “A Mamucha, de su nene”.
Y “su nene” estuvo ahí comportándose con esa altura que tanto destaca su
amigo René González. Hoy hará lo mismo que entonces, aúnque extrañe con todas
sus fuerzas, aúnque quisiera ser él quien coloque las flores, aúnque uno puede
adivinar que adoraría abrazar a Andriana, refugiarse en ella como siempre... El
hijo de Carmen Nordelo tampoco tendrá hoy la oportunidad de vivir un día de
recordación para su madre en el suelo que tanto defienden los dos.
Sin embargo, Gerardo sabe que a su Mamucha no le faltarán nunca las flores,
que no hay un segundo de descanso para que sea él quien, al pie de la tumba,
susurre esa frase que Carmen se quedó con ganas de escuchar: “Viejuca linda, ya
estoy aquí”.
(Este artículo se ha publicado también en el mismo
blog, traducido en griego)
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